Reseña/Review
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2016, Historia, 382 páginas.
CITA SUGERIDA
Baltar, R. (2017). [Revisión del libro
El socialismo romántico en el Río de la Plata (1837-1852) por Horacio Tarcus]. Orbis Tertius, 22(25), e041. https://doi.org/10.24215/18517811e041
Comienzo
la reflexión sobre el nuevo libro de Horacio Tarcus con una
cita famosa de Juan Bautista Alberdi desde sus páginas de La
Moda:
“Habría podido servir de modelo en esta moda, la
señorita M. A. B., como se presentó en el Retiro el
último Domingo. La noble simplicidad de su porte y su rara
posesión del caballo, acaban por hacer de ella una verdadera
belleza sansimoniana” (Número 2, 25/11/ 1838, p. 2. Col
1-2). Como tantos otros fragmentos, este ha llamado la atención
de numerosos críticos e historiadores —menciono
el artículo de Cristina Iglesia y Liliana Zuccotti, por citar
uno muy bueno. De hecho, la última vez que Ezequiel Gallo
anduvo por Mar del Plata y concedió una charla en la Facultad
de Humanidades, terminó su exposición leyendo este
pasaje que, anunció, suscitaba su curiosidad intelectual.
¿Qué significa el mote de “sansimoniano” en el contexto local de la generación romántica? Tal vez algo bastante diferente de lo que significaría en el sedimento de su tradición, la europea, sin traslaciones, fragmentación, reinterpretaciones y traducciones, en fin, sin las operaciones de lectura que caracterizan lo que Nicolás Rosa llamó “nuestro saber mostrenco”.
Y pongo en juego otra cita, no tan célebre, y sí muy significativa, que es uno de los comentarios que Paul Groussac despide con desprecio pestilente al referirse a las páginas de El dogma de Esteban Echeverría: “Echeverría juega con las palabras más abstrusas como un prestidigitador con sus anillos: entran, salen, se mezclan, penetran todos en uno, forman una rosa, una cadena, un llavero, y se hacen circular entre el honorable público”. Horacio Tarcus toma esta apreciación de Groussac en el marco de un conjunto crítico que ha procurado analizar las contradicciones y la acusación de haber importado de manera acrítica la cultura europea. Sin embargo, el pasaje de Groussac, quitado ya el propósito del denuesto, da cuenta de la distorsión, de la tensión entre la lectura y la escritura, en el distanciamiento entre lo interpretado y lo que se hace finalmente con ello. Y hoy podemos leerlo no sólo en términos de revelación de la clave estilística del autor de La Cautiva, sino de las modulaciones generales de apropiación que llevaron adelante los románticos rioplatenses. De alguna manera, Tarcus desmonta esta operación, —ya advertida en la crítica y en la teoría literaria locales—, dentro del marco conceptual de historia intelectual, cultural y de las élites en el que se mueve.
Entonces, ambas citas nos sirven para instalar el estudio de Horacio Tarcus en el universo de la generación romántica y sus lecturas y los modos de apropiación de las teorías y visiones de los autores europeos que esta generación se encargó de citar y destacar en sus propias palabras. ¿Cómo usaron esas lecturas, esos textos? A través de un ordenamiento expositivo riguroso y propio que repite casi exactamente el propuesto en su Marx en la Argentina, Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos (Siglo XXI, 2007), Tarcus plantea un análisis por niveles, que, en definitiva, exhibe la serie de preocupaciones nucleares que lo atraviesan desde siempre; si en Marx... procura indagar las distintas instancias de recepción del filósofo alemán a través de planos que correspondían a la historia y memoria de los oprimidos, los avatares de la historia del marxismo, los problemas que estas ideas atravesaron en la recepción argentina y latinoamericana, la relación entre teoría y doctrina, intelectuales y política y, por último, el universo del libro, las editoriales y la lectura, en este libro nuevamente divide el análisis en los diversos planos en los que puede ser leído el texto: como obra de historia intelectual, como un estudio de caso del proceso de difusión mundial del socialismo romántico a partir de la década de 1850, también como un estudio de recepción de las ideas, esto es, una investigación sobre los usos de la lectura, un análisis de los intelectuales y la política y, finalmente, un estudio de la lectura y sus medios, la lectura y sus espacios, la lectura y sus sujetos.
El siglo XIX nace con conciencia de su comienzo y en ese recomenzar las distintas “familias espirituales”, en palabras de Benichou, se preocupan por indagar en los fundamentos de esa sociedad que revela ruinas y novedades. Liberales, neocatólicos, utopistas y humanistas se convertirán en las lecturas de los románticos. Todos esos componentes de “tiempo de los profetas” que constituyen, en definitiva, el romanticismo social traban vínculos con el romanticismo literario y ambas manifestaciones fueron leídas, apreciadas, copiadas, fagocitadas, digeridas “al uso nostro” por los locales.
Por otro lado, ante el maremágnum del universo “socialista” de la primera mitad de siglo XIX, Tarcus adopta un concepto, el de socialismo romántico con el fin de no proponer una visión evolucionista de ese pasado de ideas frente a la aparición de los escritos de Marx y Engels. Y de este modo precisa los límites de su conceptualización: será socialismo porque este muy heterogéneo conjunto de experiencias, doctrinas y actores se autodenominaron socialistas y porque, de hecho, inventaron el término; será romántico por nacer, como dice Tarcus, él mismo romántico, en un contexto común de divulgación de las ideas en la prensa periódica, otro elemento que llama la atención. Es decir, que la difusión de ideas socialistas y románticas va unida a un nuevo modo de circulación del material impreso y nuevos modos de sociabilidad: imprentas, cafés, salones. Tanto los cultores de doctrina como los literatos compartieron, así, la visión romántica de la sociedad y readaptaron ciertos conceptos del socialismo que emergen en sus intereses por la educación popular, el lugar de la mujer emancipada, la voluntad de asociación y el espíritu de secularización. Bastarían el Facundo, Recuerdos y El Zonda para mostrar el impacto real de esas ideas desplegadas en una de las voces de la acción; sin embargo, Tarcus indaga en otras fuentes y asistimos a una exposición muy documentada, detallista y variada que suma, además, dos figuras del mundo rioplatense poco estudiadas cuyas palabras se destacaron en el ámbito de la vida política montevideana: Marcelino Parejas y el francés Eugène Tandonnet. En todo el análisis es posible observar el contexto político de los actores como clave de lectura de los conceptos y las formas de implementación que los atenúan, transforman o adaptan, aunque no podríamos avizorar, a través del libro, si esas lecturas o esas ideas aparecieron, de algún modo, expresadas en aquellos materiales destinados a los sectores populares, es decir, si las operaciones que advirtiera Darnton, entre otros, para el caso de la relación entre la alta cultura y la cultura popular en el mundo francés, se dieron y, en tal caso, cómo fue que se dieron.
En conclusión, el estudio de Horacio Tarcus vuelve sobre la escena romántica de una manera interesante para puntualizar el episodio de lectura del socialismo que en muchas ocasiones dejamos simplemente enunciado y por lo que resulta un aporte significativo para quienes la circulación de ideas del período es una definitiva preocupación.
Rosalía Baltar
Esta obra está bajo licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional