Libros
Isabel Lustosa, O jornalista que imaginou o Brasil. Tempo, vida e pensamento de Hipólito da Costa (1774-1823). Campinas, San Pablo, Editora da Unicamp, 2019, 288 páginas
Con Insultos impressos (2000), resultado de su tesis doctoral, la historiadora Isabel Lustosa había iluminado una zona palpitante de la prensa brasileña, aquella que discurrió entre la partida del rey João VI en 1821 y la Asamblea Constituyente de 1823, caracterizada por el tono combativo e impetuoso de los impresos, representada por títulos como Revérbero, Macoco, Espelho. Momento de efervescencia política sin precedentes, la prensa carioca de ese bienio ensayaba —tal vez como nunca— los límites de la palabra impresa.
Veinte años después, concitada por la figura sobresaliente de Hipólito José da Costa y de sus escritos en el Correio Braziliense, la investigadora nos ofrece una densa mirada histórica de los años previos a la Independencia, esto es, desde la llegada del rey João a Brasil —y con él, de la imprenta— hasta los momentos en que Portugal y Brasil, en tanto reinos y mapas políticos, se desmembran definitivamente. Si en su investigación doctoral, la figura de Hipólito da Costa aparecía necesariamente entremezclada con otras figuras relevantes de la época como las de José da Silva Lisboa, José Joaquim da Rocha, José Bonifácio, miembros letrados de la élite, que integraban el llamado grupo de los “monarquistas ilustrados”, en este nuevo libro, en cambio, la preeminencia de su figura se impone desde el título. Y lo hace bajo una tesis implícita, que dialoga en sordina con Benedict Anderson: el imaginario político se constituye en y por la prensa. O jornalista que imaginou o Brasil es, en efecto, una biografía histórica que ayuda a esclarecer el período previo a la Independencia, es decir los años de formación y discusión del clima político y de ideas que llevarían a la definitiva instalación del Imperio en los trópicos, otorgándole un espacio decisivo a la manifestación impresa de las opiniones.
En parte, ello es así dado que hablar de Hipólito da Costa es hablar, también, inevitablemente, de su Correio Braziliense, la publicación que durante catorce años —entre 1808 y 1822— da Costa editó en su estancia londinense. En este sentido, no es un dato anecdótico recordar que fue Isabel Lustosa, bajo el amparo de Alberto Dines —a quien la autora dedica el libro—, la encargada de realizar la edición facsimilar del Correio por la Imprenta Oficial de São Paulo (2002-2003). Sin duda, en las páginas del Correio afinca el pensamiento político de Hipólito da Costa. O, al menos, las huellas de los varios pensamientos que fueron discurriendo al calor de los acontecimientos. Y sin dudas, Lustosa pudo hallar allí los estímulos para encarar la reconstrucción de su labor periodística. Por tanto, el Correio Braziliense resulta una doble fuente, pues además de ese testimonio permite apreciar la calidad del escritor-publicista de su redactor.
La vida íntima, o privada, de Hipólito da Costa (de la que poco se sabe, como apunta Lustosa), asoma en Diário da mina viagem à Filadélfia —texto recién recuperado y editado en la década de 1950—, y en su Narrativa da perseguição, reporte de su encarcelamiento por la Inquisición en Lisboa, que fuera publicado en Londres, y en inglés, en 1811. Con esos materiales, y, por cierto, con los muchos con que dialoga, Isabel Lustosa narra de modo minucioso la trayectoria singular de su biografiado; aunque, vale aclarar, esa narración es a la vez un ejercicio de indagación histórica, cultural y política de un período —1800-1823— decisivo respecto a las orientaciones y formaciones políticas europeas y americanas, en particular las que determinan el surgimiento del nuevo Estado brasileño.
El libro está compuesto por seis capítulos, comenzando por la etapa formativa de Hipólito da Costa —nacido en Colonia del Sacramento, adiestrado en latines por un tío clérigo bastante conocido, y afincado en Portugal en 1792, donde realiza estudios en la Universidad de Coimbra, siguiendo el camino prestablecido de los miembros de la élite—, y culminando con las Cortes en Lisboa a principios de 1820 y la separación definitiva de Brasil del imperio lusitano.
La trayectoria de da Costa va pautando el recorrido de la mirada histórica de modo virtuoso. El pleito biografía e historia se resuelve productivamente: como toda gran biografía, la de Isabel Lustosa enlaza inteligentemente el contexto y las personalidades, los sucesos históricos y la labor del biografiado, el pensamiento y la coyuntura en la que esas ideas o pensamientos se inscriben, o se producen. De modo que el derrotero de Hipólito da Costa nos cuenta también los avatares políticos de América y Europa, los conflictos y vaivenes de las cortes europeas —cuando da Costa comienza a publicar exiliado en Londres su Correio, el rey portugués, debido a la invasión de Napoleón a la península, ha partido hacia Brasil, y en España y Portugal se debaten las fuerzas liberales con los aliados— que llevarían a la Independencia o ruptura con la corona europea.
Uno de los puntos destacados de esta biografía, común a otras personalidades de la época, es la participación de Hipólito da Costa de la masonería, en especial las logias inglesas. El periplo comienza con su viaje a los Estados Unidos, concretamente a Filadelfia, de cuya experiencia da Costa obtendrá una mirada crítica de la injustificada perduración de la Inquisición en Lisboa; luego de dos meses, recalará en Portugal, donde Hipólito da Costa establecerá un vínculo muy estrecho con el conde de Sussex (Augusto Federico, hijo del rey Jorge III), quien lo iniciará en las logias masónicas inglesas, por lo cual da Costa terminará preso, y luego exiliado en Londres. El conde de Sussex será una figura determinante en la formación y en el sostén político del sudamericano.
En su exilio londinense, da Costa inicia su verdadero período de acción política a través de la escritura. Como ocurrirá con otros ilustrados liberales de la época —piénsese en Andrés Bello y sus Biblioteca Americana (1823) y Repertorio Americano (1826), redactadas con el colombiano Juan García del Río; o en las publicaciones de los liberales españoles como José María Blanco White y José Joaquín de Mora—, da Costa pregona su proyecto ilustrado mediante la publicación de su plataforma política, el ya mencionado Correio Braziliense.
Con destino a una doble audiencia, el público lusitano y el brasileño, por un lado, los lectores españoles e ingleses, por el otro, el Correio ha sido considerado la primera publicación brasileña editada, paradójicamente, desde Londres. La paradoja se difumina si pensamos por ejemplo que, en 1836, Nitheroy, llamada también Revista brasiliense, publicación que inaugura el movimiento romántico carioca, tiró sus únicos dos números desde París; la cultura monárquica, en un movimiento de extraña inversión, parece haber eyectado hacia la periferia (europea) al pensamiento liberal y romántico (brasileño) de sus “comienzos” —Cfr. Said—. Como recordara Wilson Martins en su clásico A Crítica literaria no Brasil, la transferencia de la sede del imperio a Río de Janeiro supuso la imagen de un Estado en sentido técnico y jurídico de la palabra, y de esa imagen novedosa emergieron, consecuentemente, los primeros atisbos de una identidad nacional.
Brasiliense, como se titula la revista de Hipólito da Silva, recortaba un público especial, el de los criollos, es decir el de los portugueses nacidos en Brasil; mientras que brasileños designaba a aquellos que comerciaban con Brasil, y brasilianos, a los indígenas. El Correio era una publicación mensual, similar a otras de la época —en especial, en el caso de la cultura inglesa, la Edinburgh Review, o la Quarterly Review—, más parecida a una revista que a un periódico, con paginación corrida (lo que auguraba su encuadernación) y de tamaño in octavo (unos 15 x 21 cm). Es decir, el Correio era una típica publicación ilustrada con un formato parecido al del libro, pero con una edición fragmentada —como eran todos los Mercurios o Gazetas de entonces. Los temas que da Costa daba a conocer formaban parte del ideario liberal de la época: libre navegación de los ríos, mejoramiento en las comunicaciones, correos y postas, inmigración europea (uno de cuyos sentidos, no puede dejar de observarse, consiste en el reemplazo de la población negra), mudanza de la capital hacia el interior (antecedente de la Brasilia de Niemeyer), información útil, amena literatura.
El Correio tuvo, como los tuvo el propio da Costa, sus interlocutores y opositores. El Investigador Português (también editado en Londres, en 1811), O Padre Amado (1820-1826), redactado por Joaquim Ferreira de Freitas, O Português (Lisboa, 1815), redactado por el publicista anti-brasileño João Bernardo da Rocha Loureiro. Con todos ellos, el Correio trabó diversas y furibundas disputas, y sobre ellas da cuenta el análisis de Lustosa en distintos capítulos.
Monarquista ilustrado, fiel defensor del reino de João VI y de su hijo Pedro I, reformista y propagador de las ideas liberales de la Corte —la principal, la libertad de imprenta y de comercio— y de la unificación estatal del Brasil, Hipólito da Costa, como muestra este sesudo estudio, resulta una figura privilegiada a través de la cual ejercer la mirada caleidoscópica del historiador.
Si otras biografías, otros estudios habían ya señalado el carácter precursor de Hipólito da Costa en el surgimiento de una conciencia brasileña (Pedro Calmon, en su Catálogo publicado por la Biblioteca Nacional, lo llamó “patriarca de la prensa brasileña”), el libro de Isabel Lustosa parte de ese reconocimiento para indagar, con minucioso escrutinio, los vaivenes y alianzas que configuran, no siempre de modo directo, su pensamiento y sus escritos. Por caso, su ambigua posición respecto del tráfico de esclavos y del régimen esclavista dominante en Brasil encuentra un principio de explicación en sus vínculos con Fernando Carneiro Leão, uno de los magnates más importantes del comercio de esclavos en Brasil. Un aspecto que el trabajo de Lustosa nunca deja de señalar: la compleja trama de relaciones que incide en los modos de producción y circulación de las ideas.
El Brasil imaginado por da Costa comenzaba a constituirse con la decisión de Pedro I de permanecer en Río. Una monarquía constitucional, con pujante comercio, con un Estado centralizado e independiente, una nación en ciernes, y una estructura esclavócrata que sólo se vería modificada con la tardía y definitiva abolición en 1888, antesala de la futura República.
La muerte impidió a Hipólito da Costa tener una participación activa en ese derrotero. Pero su legado permaneció en las hojas de su periódico brasiliense. Con ecuánime pasión, O jornalista que imaginou o Brasil revisita ese legado y nos ofrece un retrato vivo de su autor, y una imagen sugerente de las patrias soñadas a distancia y labradas con los tipos de imprenta.
Hernán Pas
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