Reseña/Review
Aachen, Shaker Verlag, 2014, 374 páginas.
(Versión en línea: http://www.revistas-culturales.de/de/buchseite/hanno-ehrlicher-nanette-rißler-pipka-eds-almacenes-de-un-tiempo-en-fuga-revistas)
Entre los enfoques sobre la modernidad hispánica que han cobrado reciente vitalidad se encuentra, indudablemente, el campo de estudios concerniente a las publicaciones periódicas, quizás porque es una zona menos trillada en los estudios académicos tradicionales sobre la literatura y la cultura, centrados en las figuras de autores y las obras concretadas en forma de libros. O quizás porque las distintas formas de escritura y legibilidad propiciadas por las nuevas tecnologías de la comunicación han llevado a indagar en los orígenes y la genealogía de esos formatos alternativos al libro. La cuestión es que las revistas culturales de los siglos XIX y XX resultan un objeto más que propicio para tomar como eje de investigaciones que se preocupen por los cambios históricos en las formas de percepción de la cultura letrada, la circulación de ideas o la constitución de estéticas modernas y de las imágenes de artista / escritor asociadas con ellas.
El volumen que nos ocupa, que tuvo su origen en un congreso realizado en el año 2013 en Augsburg, Alemania, nos propone un recorrido por el mundo de las revistas culturales. Su definición como “almacenes de un tiempo en fuga” involucra la noción de almacén como contenedor de mercancías, es decir, inscribe la producción cultural en el marco de la economía de mercado. Simultáneamente, la alusión a la fugacidad nos remite a un momento de extremada sensibilidad respecto de un tiempo que parecía acelerarse. Coherentemente con esta percepción de la temporalidad y los cambios que ella conlleva, el libro suma a sus méritos la acertada decisión de publicarlo en dos formatos: la modalidad tradicional, impresa en papel, y la versión electrónica, disponible en la página de internet revistas digitales 2.0. Vale aclarar que la versión en línea es y no es la misma que la del volumen impreso: las posibilidades de la tecnología son explotadas para enlazar las páginas del “libro” con referencias y fuentes en línea, lo cual habilita otros modos, fructíferos, de aprovechamiento del material publicado.
La homogeneidad del volumen es tal que realmente sería injusto considerarlo como un libro de actas de un congreso, organizadas, muchas veces, como simples sumatorias de contribuciones. No es este el caso, y ya en la “Introducción”, a cargo de Hanno Ehrlicher, encontramos un interesante estado de la cuestión, derivado de una historia crítica acerca de las revistas culturales que el autor divide en cuatro grandes etapas: como objetos ancilares respecto del canon literario, como medios eficaces de difundir contenidos culturales y políticos, como zona de interés de los estudios culturales y, actualmente, como un sector relevante dentro de las humanidades digitales.
La primera parte del libro, titulada “Leer y mirar las revistas: desafíos materiales, metodológicos y tecnológicos”, reúne artículos de Alejandra Torres, Annick Louis y Nanette Rißler–Pipka que parten de un postulado común: las revistas no son algo que se lee, en un sentido letrado canónico, sino que también se miran. De allí las valiosas reflexiones sobre la complementariedad entre la letra y la imagen, particularmente la fotografía, que estudia Torres en las revistas ilustradas dirigidas por Rubén Darío; la solidaridad entre las figuras del escritor y del ilustrador, y el nuevo régimen de lectura que estos objetos determinan a partir de la conjunción de lo icónico y lo verbal. Una perspectiva que pone de relieve el problema metodológico de observar el funcionamiento de las revistas en el campo cultural, como bien señala Louis, para quien éstas no son simples manifestaciones de fenómenos culturales previa y ajenamente constituidos, sino medios donde se gestan tendencias ideológicas o estéticas. Complejidad que, si por un lado es un desafío para el investigador, no lo es menos para el docente que procure incluir estos objetos de estudio como contenidos curriculares, entendiéndolos como saberes autónomos y no meros apéndices del análisis de determinados autores o escuelas. En ese sentido, la pregunta que se hace Louis: “¿qué significa leer una revista?”, no carece de aristas trabajosas de resolver, entre las cuales se pueden enumerar, brevemente, la relación entre la revista y el libro –sobre todo en los casos en que la editorial de una revista publica colecciones de libros–, la pregunta por la definición y extensión del “contexto” de una revista, los roles de los agentes que participan en su ejecución –directores, colaboradores y otros–, las redes que se establecen entre distintas publicaciones y con determinadas instituciones, las formas innovadoras de “autoría” a las cuales la lectura de una revista nos enfrenta. En total sintonía con estas preocupaciones, el capítulo de Rißler–Pipka indaga en las posibilidades que ofrecen las bibliotecas digitales para acercarnos a las fuentes de época. Si, por un lado, internet y las nuevas tecnologías permiten acceder a colecciones de publicaciones periódicas que hasta hace unos años eran exclusivamente material de archivo, de difícil consulta en muchos casos, ciertas cuestiones, como la identidad entre el texto digitalizado y el texto en su materialidad original, así como la problemática sobre la condición autoral en las revistas, llevan a Rißler–Pipka a reflexionar sobre aspectos de las humanidades digitales que las entroncan con debates propios de las humanidades clásicas y del Siglo de Oro.
Una segunda parte del volumen, “Prensa, revistas y modernidad en la cultura rioplatense de los siglos XIX y XX”, permite la puesta en diálogo de cuatro trabajos que tienen como denominador común el abordaje a la cultura del Río de la Plata, escritos por Pablo Rocca, Geraldine Rogers, Lucas Adur y Paula Klein. La circulación de música y poesía popular impresas en hojas sueltas en la Banda Oriental, es analizada por Rocca como una forma de pedagogía para el gran público “de pocas letras”, mientras se señala la venta de estas hojas y cuadernillos de medio pliego como mercancías en las calles de las ciudades del siglo XIX. La esfera de lo popular continúa en el trabajo siguiente, donde los diarios y revistas son considerados medios de difusión de la cultura para sectores populares pero también como lugares que posibilitaron el acceso a la escritura de autores aficionados. Así, Rogers toma como foco de análisis revistas como Cuasimodo o Claridad, en el Buenos Aires de principios del siglo XX, para analizar el rol de algunos editores –entre los que destaca el caso de Elías Castelnuovo– y de las publicaciones periódicas, en torno al proceso de democratización del oficio de escribir. Para Rogers, la democratización cultural no es sólo una cuestión tributaria de la ampliación de la oferta y el consumo, sino también del mayor acceso a las posibilidades de producción, como lo ilustra su análisis de los cuadernos del obrero anarquista Ángel Núñez, formado en los modos de escritura, según parece, gracias a su lectura de revistas. En cuanto a Adur, se desplaza unos años en el mismo contexto porteño para estudiar el caso de la revista Criterio, un órgano doctrinario, simultáneamente vanguardista en lo estético y católico en lo ideológico, aunque esa ideología no era una unidad sin fisuras que suscribieran todos sus colaboradores. Las relaciones entre vanguardia y catolicismo, la trayectoria de algunos de sus colaboradores –Borges, emblemáticamente– entre diferentes revistas como Martín Fierro, Criterio y Sur, así como el conflicto suscitado en Criterio tras su incorporación a la Acción Católica en 1929, en un proceso atravesado por el pensamiento de filósofos como Ortega y Gasset o Jacques Maritain, son algunos de los hitos del hilo argumental de Adur. En cuanto al capítulo de Klein, está centrado en el análisis de Babel. Revista de libros, entre los años 1988 – 1991, para esclarecer el rol y la productividad del olvido, asociado a una concepción autónoma de la literatura, en los escritores nucleados en el grupo Shangai y partícipes de esta publicación, precisamente en un contexto posdictatorial donde el tema de la memoria era central. La interdisciplinariedad de la revista así como la actuación de sus colaboradores en la academia o el periodismo, le permiten a Klein exceder el análisis inmanente de la publicación para abordar estrategias de constitución del campo literario argentino de la época.
Dos capítulos conforman la sección tercera: “Señas de identidad en las revistas de la vanguardia española”. El primero, a cargo de José María Barrera López, es un exhaustivo repaso por las revistas del ultraísmo para rastrear cuestiones concernientes a la modernidad y la identidad en el contexto de las vanguardias, en una lectura que incluye publicaciones en castellano, catalán y gallego. En cuanto a Francisco Javier Díez de Revenga, dedica su contribución a las revistas poéticas españolas de los años 1916 a 1932. Se destacan en su análisis la atención prestada a las colecciones de libros que se publicaban paralelamente a las revistas en la década del ’20, así como la influencia de Ortega y Gasset en el pensamiento literario en esa misma década y en la siguiente –lo cual no significó que todos los poetas suscribiesen su teoría acerca de la deshumanización del arte.
Alexandra Pita González, Liliana Weinberg y Celina Manzoni enfocan sus respectivos capítulos en la sociabilidad intelectual, tema de la cuarta parte del libro: “La revista como espacio de sociabilidad: encuentros y desencuentros”. El capítulo de Pita González esboza un mapa de cuestiones que, si bien se nutren de su investigación previa sobre el Boletín Renovación, la llevan a teorizar sobre las revistas como construcciones sociales complejas y como redes intelectuales que a lo largo de su existencia están expuestas a cambios y a las ineludibles reconstrucciones que esas modificaciones exigen. De allí sus reservas frente a ciertas interpretaciones esquemáticas y simplistas que identifican al grupo de gestores de una revista con un grupo intelectual. En una línea similar, Weinberg explora la primera década de Cuadernos Americanos, fundada en 1942, para determinar las complejas relaciones entre la intelectualidad mexicana y los exiliados españoles que renegociaron, en esta revista y en otros programas editoriales e institucionales, la relación España / América –o al menos, la relación con México. Desde el momento en que esta revista se propuso incidir con firmeza en la esfera pública con una propuesta de reorganización de la tradición cultural, es inevitable reflexionar, como lo hace Weinberg, sobre las políticas modernizadoras del estado mexicano, el impacto de la segunda guerra mundial y los viejos debates, actualizados en ese momento, del imperialismo y el hispanoamericanismo. Con este último punto se vincula el artículo de Manzoni, que reconstruye el diálogo que tuvo lugar, en revistas de España y América, en torno al debate por el “meridiano intelectual”. Las estéticas de vanguardia, el fenómeno de internacionalización de la cultura y el viejo pero no resuelto problema del nombre de “América Latina” afloran en el ritmo exhaustivo del capítulo de Manzoni, que deja a las claras cómo las revistas pueden ser no sólo escenarios sino, principalmente, disparadores de estas nutridas polémicas intelectuales.
Por último, la sección “Diálogos y transferencias interculturales” reúne cuatro trabajos que toman como casos ejemplares célebres revistas españolas e hispanoamericanas de impacto transnacional, desde el modernismo hasta la década de 1930. Inmaculada Rodríguez Moranta se concentra en la revista y editorial Renacimiento, demostrando que las revistas literarias permiten una comprensión de la época más global que la que se deriva de la lectura exclusiva de libros. El peso de las literaturas extranjeras, presente en su análisis, será central en el capítulo de Andrea Pagni, quien analiza las formas de importación cultural –entre ellas, la traducción y la crítica de libros– en revistas modernistas de Buenos Aires y Montevideo. Las tomas de posición que esos mecanismos de importación exigen respecto de la cultura de origen, tienen un caso ejemplar en la apropiación del decadentismo francés que Pagni, siguiendo a Sylvia Molloy, considera una estrategia de entrada a la modernidad en América Latina –y no de salida por agotamiento, como pretendía serlo en el caso europeo. También Mechthild Albert, a partir de La Gaceta Literaria, de Madrid, expande su análisis al problema de las lenguas de la modernidad peninsular –el castellano, el gallego, el catalán y el portugués– así como a las relaciones de España con la literatura de la Unión Soviética, del resto de Europa y del mundo anglosajón. Al decir de Albert, La Gaceta Literaria posibilitó la construcción de diversas comunidades imaginadas que, en parte, entroncaban con la República de las Letras en el sentido humanista canónico, mientras que, por otro lado, rompían con nociones tradicionales al ofrecer la imagen de una Anti-Europa formada por la periferia revolucionaria. Finalmente, el trabajo de Carlos Lemke Duque sobre la Revista de Occidente, permite observar cómo el diálogo interdisciplinario –por ejemplo, con la Arqueología y la Historia en la búsqueda de los orígenes medievales de la peculiaridad política española– afectó la producción de autores vinculados a la revista, mientras que la colección de libros de Espasa Calpe, dirigida también por Ortega y Gasset, colaboró en la internacionalización de ciertos pensadores –como Spengler y otros filósofos y científicos– en un proceso transcultural complejo que incluía las traducciones de textos de otras revistas, la actuación académica de sus colaboradores, una discursividad marcada por cierto denominador moderno en los contenidos y la forma peculiar que adquirió el intercambio con la intelectualidad europea en el período de entreguerras.
En resumidas cuentas, por la solvencia de los trabajos, la actualización bibliográfica y la riqueza de los enfoques, este es un libro altamente recomendable para todos aquellos interesados en el estudio de revistas culturales. Pero también, por la mirada relacional y comparativa que subyace en varias de las intervenciones y la peculiar atención que se presta a la variación histórica de los formatos materiales y estructuras sociales inherentes a las revistas culturales, este volumen puede significar una contribución al campo de las literaturas comparadas y de la historia de las formas de edición, como lo demuestra su propia adaptación, señalada al inicio de estas páginas, para ser incorporado al universo digital.
Cristina Beatriz Fernández
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