Dosier: “Colecciones americanistas: libros que diseñaron un canon”
Tres proyectos editoriales clave en la conformación del canon literario latinoamericano
El presente dosier “Colecciones americanistas: libros que diseñaron un canon”, organizado por José Luis de Diego, se propone abordar objetos de estudio particulares y centrales a la hora de pensar en las posibilidades concretas de conformación de un canon de la literatura latinoamericana. Se trata de tres notables colecciones, la Biblioteca Americana del Fondo de Cultura Económica (México), la Biblioteca Ayacucho (Venezuela) y la colección Archivos (Francia), estudiadas desde múltiples aristas por Valeria Añón, Fabio Espósito y José Luis de Diego respectivamente. Una serie de interrogantes atraviesan los trabajos aquí reunidos, preguntas que funcionan como hilos conductores que interrelacionan los análisis concretos de cada caso: ¿cómo intervienen los proyectos editoriales de bibliotecas y colecciones en la instauración de un canon literario en general y particularmente latinoamericano? ¿Qué condiciones materiales y contextuales habilitan la aparición en el campo literario de determinadas colecciones? ¿Qué diferencias se pueden establecer entre conceptos como colección y biblioteca? ¿Cómo pensar la literatura latinoamericana desde los estudios de la edición y la historia del libro? ¿Qué rol ocupan los directores de colecciones en la conformación del catálogo editorial? ¿Qué pactos de lectura vinculan los proyectos editoriales de colecciones y bibliotecas con los lectores y lectoras?
Es notable –y cada una de las contribuciones del dosier así lo corrobora–, la articulación que subyace a los tres proyectos editoriales, percibida mediante una línea temporal diacrónica que recorre la segunda mitad del siglo XX y que entraña asimismo una religación ideológica y cultural. Parafraseando a Roger Chartier (1996), en toda colección se configura un “orden de los libros” y, en los ejemplos que aquí se estudian, el rico repertorio textual que materializan la Biblioteca Americana, la Biblioteca Ayacucho y la colección Archivos, instauran “modos de leer en América Latina” (Zanetti, 2004). En la política editorial que atraviesa las colecciones se subraya la preocupación por la construcción identitaria de una tradición continental latinoamericana, que requiere pensar, discutir y consensuar el establecimiento de un canon posible. Así, la Biblioteca Americana, concebida por el gran intelectual dominicano Pedro Henríquez Ureña por invitación de Daniel Cosío Villegas para el Fondo de Cultura Económica, tenía como objetivo central una intervención cultural concreta: dotar de una colección a América Latina. Valeria Añón propone en su artículo “La Biblioteca Americana: entre Buenos Aires y México, un proyecto de religación continental” detenerse en esta última gran labor de edición del intelectual dominicano, diseñada en los mismos años en que se encontraba trabajando en una historia de la cultura y en una gran síntesis de la producción literaria y cultural hispanoamericana. La Biblioteca Americana comienza a editarse en 1947, al año de la muerte de su creador. Añón registra, valiéndose del concepto de “comienzos” teorizado por Edward Said y recuperado en los estudios latinoamericanos por Arcadio Díaz Quiñones, los momentos inaugurales del vasto proyecto editorial. Analiza las significaciones que entraña la elección del nombre, cuyo adjetivo “americana” implicaba el diseño de un canon que trascendiera los límites de lo estrictamente nacional, además de trazar un claro vínculo en términos de tradición con la explícita referencia a Andrés Bello. A través de la reconstrucción del plan original de la Biblioteca Americana llevado a cabo por Liliana Weinberg, Añón postula leer el catálogo de 53 títulos a la luz de las cuidadosas anotaciones de Pedro Henríquez Ureña, donde se explicitan los principales criterios de selección del repertorio. Se observa la recuperación de un universo cultural que había sido opacado por las luchas independentistas: la literatura colonial y su valor en la conformación identitaria continental, con la inclusión de figuras clave como las del Inca Garcilaso de la Vega y la enorme poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz. También la incorporación del mundo originario anterior a la conquista, si se piensa en el gesto fundante de incluir entre los primeros textos del catálogo al Popol Vuh, las antiguas historias del Quiché. Añón destaca la división en secciones de la colección que propone el intelectual dominicano, puesto que percibe allí una caracterización y una conceptualización de la literatura latinoamericana, en confluencia con sus dos ensayos póstumos y claves para el campo de los estudios latinoamericanistas: la Historia de la cultura en la América Hispánica (1947) y Las corrientes literarias en la América Hispánica (1949). En el análisis del folleto que anuncia la aparición de la Biblioteca Americana se postula la publicación de “clásicos” americanos en el espacio cultural de nuestra América, en clara referencia al ideario martiano. Fundar un canon literario de América Latina implica asimismo pensar en términos de una tradición cultural del continente que el catálogo inicial de la Biblioteca vuelve visible.
Fabio Espósito en su trabajo “Biblioteca Ayacucho: la Enciclopedia latinoamericana de Ángel Rama” señala los antecedentes del gran proyecto editorial que se inició en el año 1974, llevado a cabo por el intelectual uruguayo durante su exilio en Venezuela. Por un lado la publicación de la Biblioteca Americana (1823) y el Repertorio Americano (1826-1827) de Andrés Bello, aunque no se trate de colecciones sino de revistas enciclopédicas, aparecen ambas con claro gesto de integración continental. En segundo término la colección de libros de historia y literatura concebida y organizada por el escritor venezolano Rufino Blanco Fombona (1874-1944), para la creación de la Editorial América en 1924. Pero se destaca como el antecedente de mayor peso a la Biblioteca Americana del Fondo de Cultura Económica, en cuanto abrió el camino hacia la construcción de un lector culto de alcance continental con interés en la tradición latinoamericana. Este anclaje histórico y cultural de la Biblioteca Ayacucho resulta ineludible para pensar la intervención del proyecto editorial de Rama en la política intelectual de América Latina. Espósito reconstruye detalladamente el contexto que rodea e impulsa la concreción material de la biblioteca: se trata de una coyuntura donde coincide el boom petrolero en Venezuela junto con una enorme ebullición intelectual y artística, promovida por la implementación de la Ley de Cultura, paralela a la nacionalización del petróleo. Venezuela se erige además como modelo de democracia latinoamericana, en momentos donde gran parte del continente se encontraba padeciendo dictaduras. No es casual que sea este país el que hospeda y refugia a importantes intelectuales, académicos y artistas latinoamericanos exiliados, entre ellos al mismo Ángel Rama. Para Espósito la Biblioteca Ayacucho fue concebida como una colección enciclopédica de “clásicos latinoamericanos”, destinada a bibliotecas y a lectores cultos, volviendo visible la religación con su antecedente más inmediato, la Biblioteca Americana, en cuanto en ambos proyectos hay una preocupación por discutir y establecer un canon continental. Si bien la Biblioteca Ayacucho se financia a través de las políticas públicas del estado venezolano, con todo el sesgo político e ideológico que ello implica, Espósito demuestra con acierto su innegable impacto sobre el mercado del libro hispánico, al constituirse como un producto de mercado de calidad. Las redes intelectuales que la colección promueve se visibilizan en las firmas de los prólogos escritos por notables especialistas convocados por Rama, donde, como se subraya, algunos de ellos se constituyeron en piezas indispensables y antológicas de la crítica literaria latinoamericana. El análisis pormenorizado del catálogo de la Biblioteca Ayacucho que el artículo de Espósito propone nos permite avizorar la dimensión material y simbólica de la colección como un instrumento de integración latinoamericana, para decirlo con los mismos términos de Rama. Se trata de un repertorio de obras de referencia para el público general pero también para los actores del campo académico de América Latina.
Con la Colección Archivos, el proyecto editorial concebido por el académico italiano Amos Segala a comienzos de la década de 1980, dedicado a publicar ediciones críticas de obras mayormente contemporáneas de la literatura latinoamericana, el recorrido iniciado por la Biblioteca Americana en 1947 alcanza una nueva inflexión. José Luis de Diego propone en su artículo “Sobre la Colección Archivos” un estudio exhaustivo del proyecto a partir de cuatro aspectos claramente deslindados: el establecimiento de una cronología con la demarcación de los principales hitos de la colección; la reproducción del catálogo completo; la caracterización material y científica de las ediciones y, por último, el aporte de la colección en el diseño y discusión de un canon de la literatura latinoamericana. La cronología nos permite percibir el complejo entramado que subyace al proyecto editorial, en una primera etapa donde el director de la colección fue Segala, entre los años 1988 y 2003, y en la segunda etapa hasta nuestro presente, cuando se publica la Nueva Serie, administrada por el Centre de Recherches Latino-Américaines (CRLA) de la Universidad de Poitiers, bajo la dirección de Fernando Colla. En el apartado donde se analizan las características de la Colección se destaca como el antecedente más relevante a la Biblioteca Ayacucho y, en un segundo plano, más histórico, a la Biblioteca Americana. Además de la proximidad temporal entre Archivos y Ayacucho, de Diego advierte con precisión las superposiciones y solapamientos entre ambos. Algunos números son contundentes: existen 34 autores que se reiteran en ambos catálogos y al menos en 20 casos se repiten las obras, lo que subraya el peso sustancial de Ayacucho en Archivos, a la vez que se plantea el desafío de hacer algo diferente. ¿Dónde radica entonces el aporte original y renovador de Archivos? En la minuciosa cronología que acompaña el artículo, se señala que el origen de la colección concebida por Amos Segala radica en un “archivo”: la donación del archivo del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias a la Biblioteca Nacional de Francia. Segala, filólogo y amigo de Asturias, asume el compromiso de una edición de esta voluminosa obra sostenida en el campo disciplinar de la crítica genética, línea que caracteriza el diseño total de la Colección Archivos. De esta manera, concluye de Diego, el nuevo “instrumento científico” le permite, por un lado, diferenciarse de las iniciativas precedentes, en especial, de la Biblioteca Ayacucho, y dotar a la Colección de un rigor académico que pudiera resultar atractivo a latinoamericanistas de distintas regiones.
Si, como notamos en los casos precedentes reseñados, la preocupación por el establecimiento de un canon de obras latinoamericanas atraviesa el proyecto editorial de la Biblioteca Americana y de la Biblioteca Ayacucho, reaparece en la Colección Archivos. De Diego observa atinadamente que la incidencia de Archivos en un nuevo canon latinoamericano no radica en el repertorio de obras y autores publicados, sino en el trabajo de recuperación de pre-textos, al original aporte crítico que proveían la genética y la teoría de la recepción, al volumen y la calidad material de los libros.
Los tres artículos que componen el dosier contribuyen a repensar en términos analíticamente muy productivos en la incidencia de colecciones y bibliotecas como proyectos editoriales concretos para la conformación de la literatura latinoamericana desde la historia de la edición, la lectura, el libro. Agentes editoriales, catálogos como artefactos culturales y materiales, los contextos históricos de cada proyecto abordado, los avatares de la dirección de cada colección, el conjunto nutrido de asesores literarios que intervinieron para la concreción de cada volumen publicado son algunos puntos clave que el dosier “Colecciones americanistas: libros que diseñaron un canon” invita a recorrer.
Referencias
Chartier, R. (1996). El orden de los libros. Barcelona: Gedisa.
Zanetti, S. (2004). Leer en América Latina. Mérida: Ediciones El otro el mismo.